Cuadratura

Texto de Pedro Molina

“La Geometría existe en todas partes”, explica la intención de su obra Rodrigo Martín (Langreo, 1986), el joven artista que inaugura en ASPA la temporada. “En el disco del sol, en la forma del datilero, en el arco iris, en el diamante, en la estrella de mar, en la tela de araña y hasta en un pequeño grano de arena…” La cita es de Platón, pero igualmente podía haber invocado a los pitagóricos, para quienes la geometría era sobre todo una vía de gnosis, de conocimiento y superación personal.

 

La misma actitud con que el artista parece enfrentar la abstracción geométrica, la tendencia que ha venido dando unidad a toda su obra, presentada en distintas exposiciones individuales y colectivas. Una búsqueda de la armonía a través de la pureza de las formas tras la que alienta ahora, como si ascendiese un peldaño más, una ambición de corregirlas, forzando en muchos de sus cuadros la simetría o recurriendo a inesperadas tensiones que acaban transformándolos en otra cosa.

La repetición y la duplicidad constituyen un denominador común en esta propuesta, pero si se mira con atención suelen representar un falso equilibrio que plantea desafíos en vez de resolverlos. Nuevos problemas con el plano, torsiones de la línea o la composición, formatos romboidales, giros de 45 grados respecto a los formatos convencionales, asociaciones expansivas cuya continuidad deja a nuestra imaginación, rebasando los límites del lienzo.

 

Cuadratura, ha llamado el artista a esta muestra que tras su aparente equilibrio y rigor formal, persigue la quimera de la cuadratura del círculo, el imposible que ambicionaban mucho antes de la ciencia, alquimistas y cabalistas; y los artistas, claro, sobre todo aquellos para quienes el objetivo, como para Rodrigo Martín, es que cada cuadro se exprese como obra en sí misma y no como representación de un concepto externo.

Lo que explica un proceso creativo que desde la galería hemos tenido el privilegio de seguir muy de cerca durante todo el año 2018, período al que corresponden todas las obras expuestas. Obras concebidas especialmente para nuestro espacio, a partir de decenas de bocetos geométricos que fueron decantándose, hasta encontrar el tema y los nuevos senderos que quería explorar con nosotros.

Así fue como apareció la curva, nuevo elemento rompedor de la linealidad formal, muy poco presente en su obra anterior pero que en “Cuadratura” acabó imponiéndose como la forma que suaviza y orienta el recorrido visual. Elementos curvos que se mezclan dentro del plano y controlan, nivelan, expanden y generan un efecto de tridimensionalidad.

 

El cromatismo es probablemente el rasgo más diferencial de esta muestra respecto a las anteriores del artista. Muestras en las que el color negro tenía un peso importante, representado aquí por la obra de mayores dimensiones (Stripes #05), la única que se aferra a ese no color minimalista.

 

Un negro del que se separan en una eclosión de color el resto de los cuadros, como un universo en expansión que intentase huir de la materia oscura fundacional. Qué otra cosa pueden hacer los universos, los artísticos incluidos; y puesto que de abstracción geométrica estamos hablando, cómo no acordarse de Kandinsky y su búsqueda del color, sobre todo de ese imprescindible manifiesto, afortunadamente vigente hoy en artistas tan rigurosos y esenciales como el que presentamos. “La Espiritualidad en el arte”. Porque la aspiración de toda forma, más allá de su perfección conceptual, es tener sentido.

Otros Textos


El Aquellarre

Texto Rodrigo Martín

Sólo a modo de apunte y después de buscar información incansablemente para un futuro proyecto, sigo sorprendiéndome día tras día y se afianza mi idea de que Goya, es el mayor ejemplo del comienzo de una nueva era dentro del entendimiento del Arte. En este apunte extraído de un libro de Valeriano Bozal, en el cual disecciona las pinturas negras y hace que el espectador se sienta más cercano a ellas en cuanto a su difícil y enigmática comprensión, veo como Goya establece una nueva dialéctica pictórica, como reduce la paleta del pintor y eleva la expresión al mayor grado de representación. Se termina el efectismo colorista, la pintura avanza hacia su verdadero significado ... el inicio de la pintura moderna.

 

[ ... ] En el otro lado de la sala se representa una asamblea de brujas. Un viejo macho cabrío de cuernos largos, fuertes, retorcidos, en cuclillas, preside la sesión. ¿Qué dice a esos rostros puntiagudos, crasos, delgados, con hocicos de toda especie y de todo carácter, con mandíbulas hundidas o prominentes, moldeadas sobre una serie de animales de todas las razas?... Sentada fuera del grupo, una mujer joven de sonrisa burlona, las manos en un pequeño manguito negro, contempla con vivo interés los movimientos del auditorio. Su cabeza, de perfil, fue conseguida con sorprendente simplicidad. Un punto negro produjo un ojo lleno de expresión, un golpe dado con un dedo bajo la nariz formó una boca ligera y maliciosamente remangada.Esta obra es la de un caricaturista que alcanzó a ser un gran pintor. Goya resulta un colorista con cuatro tonos explotados en sus múltiples posibilidades. El blanco, el negro, el ocre amarillo y el pardo rojo reemplazan todos los colores de una paleta complicada. Sabe emplear el negro en sus carnes y obtener los azules de la piel con delicadeza notable. El colorista no se basa en la diversidad de los colores; más bien en la combinación de colores. Maestros como El Greco, Veronés, Velázquez y otros muchos que no cito lo han demostrado. En este fresco,Goya prueba una vez más que el negro y el blanco son, en pintura, la base de la armonía, y que los de sobrio colorido resultan inatacables en todas las épocas. El gran arte no sigue la moda. No sabría relajarse a un vil charlatanismo. [ ...]

 

 * Valeriano Bozal cita a Sanchez Cantón y Salas, Xavier de, Goya y sus Pinturas negras en la Quinta del Sordo, Barcelona, Milano, Vergara, Rizzoli, 1963.

 


La plenitud de la vacuidad

Texto Rodrigo Martín

La vacuidad es un término que en lo personal me remite a grandes recuerdos y al mismo tiempo a unas demoledoras ganas de crear, de producir algo nuevo. La vacuidad entendida en todo lo extenso de su significado, produce en mí "algo" que reviste a la propia palabra y la hace ser más de lo que comunmente puede significar. Es un concepto referente en mi modo concevido de pintar y estoy convencido de que me acompañará a lo largo de este largo y complicado viaje. En los términos de pintura china (referente de trabajo en mi modo de ejecución) la vacuidad está siempre presente y es sin lugar a duda una parte fundamental dentro del entramado creativo del artista. Nada puede llegar a ser comprendido sin la vacuidad, ni siquiera el más portentoso de los caos. Estaremos completamente equivocados si pensamos que la pintura busca como único fin ser un simple objeto estético; cuando verdaderamente lo que nos encontramos frente a esa pequeña ventana que se abre ante nuestros ojos es la ordenación de un caos, de un macrocosmos, de un espacio abierto propicio para que la verdadera visión de la vida y de la acción humana sea posible. El artista procede al igual que la propia naturaleza a otorgar de aliento aquello que se desprende de su acción, por tanto la falta de aliento en su trabajo, la falta de un significado que revuelva hasta la más profunda de nuestras percepciones, hará que la pintura se muestre mediocre. El "sistema pintura" ya no se conforma con reproducir un aspecto externo de las cosas, busca más bien discernir entre sus líneas más internas de composición, todo aquello que la conforman. La intersección de pinceladas habilitadas por la sombra y por la luz (posiblemente aquella luz a la que hace referencia El Greco), para rascar y quitar el velo a la realidad mostrándose así la verdadera apariencia de lo que nos rodea, sacar a la luz toda la oscuridad o dicho de otro modo llenar de vacío algo pleno (evidente).